En los últimos años hemos visto cómo las inversiones en startups incipientes no han dejado de crecer. Tanto las compañías de private equity (PE) como los venture capitals (VC) han aumentado sus inversiones en un 40%, según fuentes como Reuters y Pitchbook. Uno de los miedos de los gestores de PE es que aunque las inversiones crecen y son rentables, quedan grandes oportunidades por explorar. Estos equipos de inversión están habituados a ver oportunidades de disrupción o nuevas propuestas de valor que nunca llegan a ser llevadas a la práctica. Aquí es donde el papel de los venture studios entra en juego.
El private equity es un tipo de inversión que consiste en aportar recursos financieros para el desarrollo de una empresa madura; a cambio, se recibe una participación de la empresa en la que se invierte.
El objetivo de este tipo de inversión son las empresas privadas, aquellas que no están cotizadas y que están en estado de maduración. Mientras que los venture capitals suelen poner el foco en startups y empresas incipientes, el private equity continúa el ciclo de maduración con empresas en fases más avanzadas.
Este tipo de inversión es muy beneficioso para ambas partes, que se mueven hacia un objetivo común: que la empresa invertida sea exitosa. Por un lado, el private equity recibirá más beneficios cuanto más éxito tenga la empresa; por otro lado, la empresa logrará crecer y fortalecerse.
Para que la empresa crezca y se fortalezca, el private equity trabaja en aplicar un proceso de creación de valor que suele ser personalizado para cada empresa, en el que se trabajan sobre todo la estrategia y el talento. Una vez que se tienen estos cimientos, se trabaja en el crecimiento orgánico e inorgánico de la empresa. En esta fase, es habitual que el private equity se sirva de otras palancas de crecimiento, como expertos en comercial excellence, solo por citar alguna.
Sin embargo, aunque los PE tienen la misión y el interés de mejorar el rendimiento de las empresas en las que invierten, no tienen experiencia a la hora de mejorarlas. Su papel no se centra en mejorar la empresa desde su raíz. Por eso, si se presenta una gran oportunidad de negocio, no serán capaces de aprovecharla, sino que necesitarán la ayuda de un agente externo. Este es el punto en el que entra el venture studio.
Si lo relacionamos con herramientas de inversión como los private equity, un venture studio puede tender un puente entre los actores de inversión y las oportunidades de nuevos negocios que nunca llegan a ser.
Un venture studio es un equipo con la misión de desarrollar nuevos modelos de negocios junto a empresas. Esta colaboración puede crear nuevas empresas, servicios o productos que se adapten mejor a las necesidades del mercado y que supongan una ventaja competitiva. Esta decisión estratégica es clave tanto para el private equity como para la empresa invertida.
En resumen, un venture studio se encarga de crear nuevas ventures, negocios alrededor de nuevos productos o servicios. Se encarga de que estas nuevas ventures tengan el mismo nivel de ventajas competitivas, pero además, añade nuevas que no se han tenido en cuenta. Mientras que el private equity puede ser capaz de detectar carencias en la adaptación de sus empresas o en su esencia misma, el venture studio es el agente que se encarga de ponerlas en marcha y hacerlas realidad.
Es un clásico tanto para las grandes corporaciones que quieren innovar como para las empresas invertidas por PE: “no tenemos equipo para dedicarnos a esto”. A veces, se presentan oportunidades claras de proyectos rentables, pero ya existe un equipo que está dedicado a la actividad A, por lo que ponerse manos a la obra con las opciones B y C requiere de más recursos e incluso puede ser contraproducente hacerlo en la misma empresa. Las distintas oportunidades pueden crear confusión: suelen suponer objetivos distintos y requieren tener hojas de ruta diversas.
Por estas razones, externalizar estas acciones puede ser una buena idea, pero conviene tener claro con quién externalizar. Si consideramos contratar los servicios de una agencia, esta puede no ser la mejor opción, ya que la falta de alineación entre ambos puede ser contraproducente. Sin embargo, optar por un venture studio que se dedique a ellas puede ser la solución para no estorbar en la actividad principal de la empresa, mientras que al mismo tiempo se diversifican las oportunidades.
Además, el venture studio no solo aporta un equipo que desarrolle la idea, sino que también le da continuidad al proyecto. Este equipo está compuesto por expertos que acortan mucho la parte de análisis, pero sin descuidarla, de forma que se puede ver un lanzamiento en un periodo muy corto de tiempo. La agilidad es una de las claves del éxito del equipo de un venture studio.
Como norma general, las empresas objetivo de los private equity están poco digitalizadas y tienen la oportunidad de llenar este vacío y crecer de forma exponencial y no lineal. Para cubrir estas necesidades de digitalización, el venture studio aporta equipo, experiencia y saber hacer y agilidad. Externalizar este proceso ayuda a acortar tiempos y salir al mercado con nuevas funcionalidades o modelos de negocio que cambien por completo el rumbo de la compañía.
Aunque la digitalización sigue siendo una misión evidente en la transformación empresarial, no es la única. Un venture studio no solo se dedica a ayudar a una empresa en su transformación digital, sino que también puede detectar nuevos servicios complementarios o crear nuevos modelos de negocio, diversos de los que ya se han definido para complementarlos y aprovechar nuevas oportunidades del mercado.
En conclusión, la unión entre private equity y venture studio puede ser una alianza clave para acceder a nuevos potenciales. Solo usando un venture studio como herramienta, los inversores pueden acceder a potenciales empresas unicornio o ventures con mucho mayor crecimiento, que de otra forma no podrían llegar a existir.